OH SEÑOR, CREADOR NUESTRO.
De tu mano bondadosa hemos recibido
el derecho a la vida, a la libertad y a la
búsqueda de la felicidad.
Tú nos has hecho tu pueblo y nos has dado
el derecho y el deber de venerarte a ti,
único Dios verdadero, y a tu Hijo, Jesucristo.
Por el poder y la obra del Espíritu Santo,
nos llamas a vivir nuestra fe en el mundo
llevando la luz y la palabra salvadora del Evangelio
a todos los confines de la sociedad.

Te pedimos nos bendigas mientras cuidamos
del don de la libertad religiosa.
Danos fortaleza de mente y corazón para
estar siempre dispuestos a defender
nuestras libertades cuando son amenazadas.
Danos valentía para que se escuchen nuestras voces
en defensa de los derechos de tu Iglesia,
y de la libertad de conciencia de todas las personas de fe.

Te pedimos, Oh Padre celestial, que
en esta hora decisiva de la historia de nuestra nación,
y reunidos en tu Iglesia,
des a todos tus hijos e hijas una voz clara y unida
para que con cada prueba que encaremos,
y cada peligro que superemos,
—por el bien de nuestros hijos, de nuestros nietos,
y de todos los que vengan después de nosotros—
este gran país sea siempre “una nación, bajo Dios,
indivisible, con libertad y justicia para todos”.

Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor.

Amén.

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